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martes, 26 de febrero de 2013

El papel del entrenador, Rafael Pol



Clásicamente se ha entendido al entrenador cómo el cerebro del proceso de entrenamiento en lo que se refiere a cuál es el centro de este proceso de entrenamiento, presuponiéndose el conocer de las soluciones idóneas a las situaciones que propone a sus discípulos, a la vez que se entendía al deportista cómo una máquina equipada con un procesador central (cerebro) en relación jerarquizada con el resto de estructuras. Por todo esto el entrenador era el encargado de seleccionar los estímulos de entrenamiento, para que los jugadores reproduzcan el modelo, consiguiendo así las respuestas esperadas por el entrenador (Balagué y Torrents, 2005).
Cómo los "outputs" deben estar en concordancia con los programas preestablecidos por el entrenador, y se considera sólo la existencia de una respuesta correcta (bien sea a nivel técnico, táctica, etc.), cualquier desviación del modelo preestablecido será considerado un error (Balagué y Torrents, 2005). Sin embargo, con la incorporación de esta nueva perspectiva sistémica del entrenamiento esa relación jerárquica se ve obsoleta, y se empieza a entender al entrenador cómo un condicionante más que interactúa con el jugador. En base a la propuesta de Balagué y Torrents (2005) sobre la nueva perspectiva del entrenador y su relación con el deportista, podríamos decir que el entrenador debería acompañar al jugador en el proceso de entrenamiento para seguir sus evoluciones y evaluarlas para interactuar constantemente con él y modificar su plan de entrenamiento en función de cómo este influye en el rendimiento y en la auto - organización del jugador, al igual que lo hace con la organización de los jugadores, dando lugar al modelo de juego. El entrenador además entiende a cada jugador desde su individualidad, comprendiendo que no hay un modelo ideal, sino que cada jugador y cada equipo deberá construir su propio modelo ideal.
Además cómo ya hemos mencionado, el entrenador debe aprender del jugador y del equipo, y de acuerdo con esos aprendizajes e interacciones modificar sus planes iniciales de entrenamiento. El entrenador será el responsable de desestabilizar al jugador y al equipo para que actúen lejos de sus estado de equilibrio para que accedan a estados superiores de forma, pero a la vez deberá vigilar que este desequilibrio no influya negativamente en la conducta del sistema, teniendo en cuenta que la modificación de uno de los atractores del sistema no sólo supondrá la modificación de este atractor sino que implicará también una modificación en toda la dinámica intrínseca del sistema. El entrenador será el encargado de identificar las necesidades del equipo, para seleccionar sobre qué contenidos debe hacer especial énfasis el proceso de entrenamiento y mejorar así el estado de forma del equipo. Así pues, el entrenador deja de ser entendido como la "quinta esencia" del rendimiento, y tal cómo dice Juanma Lillo (2010), el entrenador no es más que el facilitador del rendimiento y de ciertos comportamientos en los jugadores.



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