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martes, 29 de enero de 2013

La enseñanza de la táctica


Siempre ha habido un cierto debate con la forma de enseñanza analítica. Muchos entrenadores/as opinan que es una enseñanza "vacía" porque no representa la realidad del juego y por supuesto no implica ningún proceso cognitivo significativo, que al final y al cabo, ese proceso reflexivo es el que te hace evolucionar en todos los aspectos del fútbol (técnicos, tácticos, psicológicos y físicos).
Sin embargo hay entrenadores/as que defienden esa parte analítica, para determinados momentos. La mejora de algún gesto técnico, o corrección de posiciones corporales. Comentan que las sesiones de tecnificación pueden ser muy satisfactorias para algunos jugadores/as, los cuales, necesiten mejorar un determinado gesto técnico-táctico.
Por todo esto, hoy os subimos una lectura sobre este temática, que recoge la opinión del profesor de técnica de nivel II del curso de entrenadores de Malaga, Juan Trujillo. ¿Qué opinas?


LA CIENCIA NOS MUESTRA UN CAMINO

Afortunadamente, hoy en día, gracias a Dios, se va aceptando con más o menos dificultad, que la táctica no es ese mecanismo represor, no es esa correa que ata el talento, no es ese bozal que calla la creatividad. Cuando abogamos por la enseñanza de la táctica desde edades tempranas, lo hacemos desde la convicción, que queremos que el sujeto descubra el juego, que aspire a manejar las herramientas de un proceso complejo, que es inacabado porque ni los más experimentados jugadores profesionales lo dominan a la perfección.
Un ejemplo de este descubrimiento del juego, sería la enseñanza de un concepto que a mi entender es fundamental en el conocimiento y futuro dominio del juego de posición. Es el concepto de "cuándo conducir, cuándo pasar". Un concepto perfectamente entendible en edades tempranas, que cuando antes se le presente al niño, antes comenzará a entender, a interiorizar y a usar. Pero ojo, no estamos hablando de meras intenciones (conducir, pasar) aisladas de un contexto, a simples acciones técnicas extraídas de un todo que es indivisible.
El joven futbolista debe aprender para qué sirve esa conducción, para qué se usa ese pase, qué le permite, qué le posibilita. Debe aprender, que la conducción, me permite progresar, atraer y juntar contrarios, que me permite liberar compañeros. Que el pasar por pasar no es bueno, si ese pase me permite mover al contrario, superar líneas, ganar espaldas, etc...
Seguro amigo lector, que coincidirá conmigo en que estos porqués, cómo, dónde y cuándo de que hablamos, no se aprenderán en ejercicios de conducción entre conos, o ejercicios de pase uno frente al otro. Quiero decir, la metodología para provocar ese proceso reflexivo en el sujeto, no ha sido la correcta. Si en el fútbol adulto, este disparate metodológico ha sido grave, me temo que es en la base donde más peligroso ha resultado. Las metodologías reduccionistas (y pongo aquí en el mismo paquete de los procesos analíticos y los mal llamados integrados) han sido claves en los últimos años en castrar la inteligencia de muchos jóvenes practicantes.
Se ha aceptado que al niño se le tenían que presentar los contenidos de juego de manera aislada, se le tenían que dividir, fragmentar, fraccionar las cosas porque si no, no las entendería. Hoy sabemos gracias a la pedagogía, la ciencia y la filosofía, que el niño nace con una propiedad que desgraciadamente se va perdiendo con el paso de la edad. "La capacidad sincrética" es decir la capacidad de observar y entender la realidad en toda su globalidad. Nos apuntaba Juan Manuel Lillo en un reciente artículo que "los niños por su capacidad sincrética (que la perdemos con el paso del tiempo) realizan el aprendizaje del todo a la parte, sin embargo, ahora todos queremos hacerlo de la parte al todo".
Argumentamos erróneamente, que así el niño aprenderá mejor y se sentirá más seguro. Es falso, los que nos sentimos más seguros somos nosotros. En ese concepto del cual hemos hablado que es "cuándo conducir, cuándo pasar", el niño si se le presentan tareas donde ese concepto se eviencie y se presente por parte del educador de manera debidamente contextualizado (de manera global y no aislada), el niño lo interioriza mejor, lo sabrá usar mejor en esa realidad hipercompleja que es el juego. Sin pensamos así, si aceptamos como argumenta Lillo "que nuestra construcción del conocimiento no es piramidal, no nos construimos como un edificio, nos construimos como una red" entenderemos mejor, que enseñar primero el procedimiento, es decir conducir y pasar de manera aislada y descontextualizada, y nos vamos al juego, con tareas que merced a unas buenas reglas faciliten unas buenas propensiones seguramente el niño comenzará a entender mejor el juego.
Y es que sí como plantea K.R. Popper, la capacidad de todos los seres vivos más importantes es la capacidad constante de solucionar problemas, como es posible que el terreno de la enseñanza del juego de fútbol haya ido encaminada a plantear situaciones cerradas mediante procesos lineales y en contextos inespecíficos donde la interactuación entre sujetos era prácticamente eliminada a través de tareas reduccionistas y que no permitían al sujeto crecer en su conocimiento del juego.



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